La historia de Roma se divide en tres periodos: La monarquía romana, la república romana y el Imperio romano.
La monarquía romana:
Fue la primera forma política de gobierno de ciudad-estado. La naciente ciudad-estado es gobernada por un rey elegido por un consejo de ancianos. Los reyes míticos o semi-míticos son: Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Lucio Tarquinio Prisco, Servio Tulio y Lucio Tarquinio el Soberbio. El último de ellos, Lucio Tarquinio el Soberbio, fue expulsado en el año 509 a. C. instaurándose la República Romana.
República romana:
La República romana fue establecida el año 509 a. C., según los últimos escritos de Tito Livio, cuando el rey fue desterrado, y un sistema de cónsules fue colocado en su lugar. Los cónsules, al principio patricios pero más tarde plebeyos también, eran oficiales electos que ejercían la autoridad ejecutiva, pero tuvieron que luchar contra el senado romano, que creció en tamaño y poder con el establecimiento de la República. En este periodo se fraguarían sus instituciones más características: el senado, las diversas magistraturas, y el ejército.
En la última mitad del siglo III a. C., Roma se enfrentó con Cartago en las dos primeras Guerras Púnicas, conquistando Sicilia e Iberia. Después de derrotar a Macedonia y la Dinastía Seléucida en el siglo II a. C., el naciente estado logra una enorme expansión tanto política como económica, extendiéndose por todo el Mediterráneo.
Durante todo el periodo republicano, sólo paulatinamente lograrán los plebeyos la plena equiparación política.
La expansión trae consigo profundos cambios en la sociedad romana. La inadecuada organización política se hace patente para algunos, pero todos los intentos de cambio son bloqueados por el senado. El enfrentamiento entre las diversas facciones produce en el siglo I a. C. una crisis institucional, que conducirá a diversas revueltas, revoluciones y guerras civiles.
Imperio romano:
El vencedor de todas estas guerras civiles, César Augusto, abolirá la república y consolidará un gobierno unipersonal y centralizado de todo el territorio, conocido como Imperio romano.
Augusto, que inaugura la dinastía Julio-Claudia, representa el periodo de máximo esplendor del imperio. A esta dinastía, terminada en el año 68 por el infausto Nerón le seguirá el periodo de inestabilidad conocido como el año de los cuatro emperadores, donde se impondrá Vespasiano, que inaugurará la dinastía Flavia, de origen no patricio. Les seguirán del año 96 al 180 los llamados "cinco emperadores buenos" (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio), en la considerada "edad de plata" del Imperio.
Septimio Severo comienza el periodo de monarquía militar, que se prolonga durante el resto del siglo III, hasta la llegada de Diocleciano, un largo periodo de luchas intestinas por el poder donde los emperadores, nombrados por sus legiones, se suceden ininterrumpidamente.
Diocleciano emprenderá una gran reorganización del Imperio, instituyendo la Tetrarquía. Su sucesor Constantino I el Grande será el último emperador del imperio unificado.
Poco después, el emperador Teodosio divide el Imperio entre sus dos hijos.
El Imperio romano de Oriente fue muy rico y avanzado culturalmente y sobrevivió durante aproximadamente mil años más. Las invasiones bárbaras terminarán con el Imperio Occidental, dando paso a la Edad Media. El Imperio de Oriente proseguirá su existencia hasta la caída de Constantinopla en el año 1453.
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